Por Pbro. Marcelo Barrionuevo.-

La Ascensión de Cristo. San Juan Pablo II

Meditemos en estos días la fiesta de la Ascención. Cristo sube al cielo, pero nos espera allí. No obstante nos invita a hacernos responsables de la construcción del mundo.

El cielo existe

Hoy celebra la Iglesia la vida que Jesús vive en el cielo con su Padre y en unión con el Espíritu Santo. Hoy la Iglesia proclama la gloria de Cristo su cabeza y la esperanza que colma a todo el cuerpo místico. En el misterio de la Ascensión, la Iglesia meditó sobre el amor inmenso que tiene el Padre a su Hijo: “Todo lo puso bajo sus pies y lo dio a la Iglesia como cabeza sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos” (Ef 1,22-23). Precisamente porque somos el cuerpo de Cristo, tomamos parte en la vida celestial de nuestra cabeza. La Ascensión de Jesús es el triunfo de la humanidad, porque la humanidad está unida a Dios para siempre, y glorificada para siempre en la persona del Hijo de Dios. Cristo glorioso jamás permitirá ser separado de su Cuerpo.

Misión evangelizadora

Por el poder inherente a la celebración litúrgica de Cristo glorificado serán capaces de cumplir dignamente su último mandato de evangelizar, dado antes de la Ascensión: “Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado” (Mt 28,19-20). Existe una conexión real entre la gracia que les infunde Jesús hoy en el corazón y vuestra futura misión de heraldos de su Evangelio. Ningún apóstol puede olvidar que la Ascensión está unida al hecho de que el Espíritu Santo vendrá y Cristo seguirá presente a través de la palabra y del sacramento. Toda su misión consiste en hacer presente a Cristo.

Fe y esperanza

Bajo muchos aspectos la solemnidad de la Ascensión es algo muy personal. Al revelarse en gloria, Jesús refuerza la fe en su divinidad. Los intima a creer en Aquel que ha sido quitado de su vista. Al mismo tiempo, la fiesta se transforma para ustedes en una celebración de esperanza y confianza porque han aceptado la proclamación del ángel y están plenamente convencidos de que “el mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como le habéis visto marcharse” (Hch 1,11).

Mientras tanto saben que permanece con ustedes, envía su Santo Espíritu para que more en su Iglesia y por medio de su Iglesia les hable y mueva el corazón. Tienen confianza porque saben que “aparecerá por segunda vez, sin ninguna relación al pecado, para salvar definitivamente a los que lo esperan” (Heb 9,28).

Acción plena del Espíritu

Esperando al Espíritu Santo busquemos la sabiduría de lo alto para tener la luz necesaria en estos momentos difíciles que nos toca vivir como humanidad.